lunes, diciembre 20, 2010

Enter the Void en el Gaumont - Parte II

Como gato enjaulado…


Cuando finalmente llegué a la fila del cine la cola de gente era considerable, pero no tan considerablemente larga como sería unos minutos después. Yo esperaba mucha gente, pero nunca tanta gente como la que vi esa tarde. Al menos no para un evento tan poco promocionado y proclamado “con todos los bombos” por el mainstream como ese. El ver tanta cola de gente con ganas de ver una película de un tipo que relativiza la moral, trata al hombre como si fuera a un animal y que es famoso por mostrar como le revientan la cabeza a un flaco con un matafuegos y una escena de violación en tiempo real me hizo sentir un poco mas de fe en el ser humano. Es que seguramente no me entiendan pero yo soy un fiel creyente de la terapia de choque y el teatro de atracciones del viejo cadáver comunista de Eisenstein.
Ornella y yo nos pusimos a hacer la cola. Yo estaba inquieto, quizás nervioso o ansioso. Buscaba con la mirada a Quanchi, un conocido que me había dicho que iba a ir, otro estudiante de cine enfermo como yo con una obsesión por Noé. Delante nuestro en la cola había una señora pacata y un hombre canoso al que después no vi más. “¿Esto es para sacar la entrada?”, le pregunté. El hombre me miró y me dijo: “Si esta fuera la cola para sacar la entrada, ya no estaría acá…” sonrió y luego siguió: “No, esto es para entrar. Anda para adentro del cine a sacar la entrada y después vení para acá a hacer la cola.”. Miré hacia atrás y la cantidad de gente ya era bastante considerable. Ornella muy amable me dijo que ella se quedaba en la fila para que no nos saquen el lugar, que yo vaya a sacar las entradas. Asentí con la cabeza y me dirigí entonces hasta adentro del Gaumont.
Ahí es entonces cuando lo vi por primera vez al tipo que me voló la cabeza con las luces estroboscópicas y las cámaras voladoras y omnipresentes en Irreversible, y con los diálogos interiores y los carteles en pantalla (advirtiéndonos de que lo que íbamos a ver nos iba a quedar marcado en la cabeza para siempre) en Solo contra todos: A este pelado bigotudo, de estatura mediana y con cara de loco (y bastante flaco para ser cineasta a decir por cierto) que es Gaspar Noé.
Vestía ropa verde como de militar y caminaba frenéticamente de un lado al otro, como gato enjaulado, miraba para todos lados, mientras que hablaba con uno y con otro. Un par de jóvenes hipsters lo acosaban a la distancia con la mirada, como con ganas de clavarle un tenedor en el cráneo y luego lentamente abrírselo con una sierra para devorarse su cerebro. Se le notaba en la cara que a pesar de su aspecto de guerrillero demencial estaba asustado, o quizás preocupado. No era por los hipsters su expresión; era porque su padre, Felipe, estaba por llegar de Río de Janeiro y se iba a reencontrar con él. Además de que iba a ver por primera vez en cine su última obra.
Me pregunté que le dirá su padre a Gaspar Noé cada vez que termina de ver una de sus películas, donde violan salvajemente a mujeres, golpean o asesinan a embarazadas y el incesto es habitual. Debe ser bastante incomodo ser pariente directo de este tipo. En ese sentido entendí quizás su cara de nerviosismo… recordemos como Irreversible fue defenestrada en el Cannes para luego convertirse en obra de culto, o como el mismo cuñado de la actriz, al ver la infame escena de violación y dejándose llevar por la emoción le gritó en pleno estreno: “¡Gaspar hijo de puta! ¡Ya te vamos a hacer lo mismo a vos!”.
Por otro lado me pregunté: “¿Acaso estará la presencia de Gaspar Noé en Argentina indirectamente influida por mi pregunta a su padre en la fundación Proa?” e imagine una secuencia en la cual tras mi charla con el viejo Noé, este comienza a extrañar a su hijo y le pega un llamado a Francia, exigiéndole que venga a visitarlo mas seguido. Menos de dos meses después el pelado secuestra a Thierre Fremaux y le obligaba a presentar Enter the Void en Buenos Aires para mostrársela a su padre y de paso, venirse a comer un asadito con él. Seguramente yo no había tenido nada que ver con su llegada, pero creerme esto me daba un poco más de seguridad y confianza como para acercarme a preguntarle al pelado lo que venia realmente a preguntarle, que era el otro motivo (el motivo oculto) que me traía a esta presentación en el Gaumont tan urgentemente.
Me di cuenta que me había colgado por mucho tiempo dudando cuando Gaspar huyo del cine hacia afuera y yo no había siquiera sacado la entrada. Pensé en seguirlo y me lamenté por no haberle pedido la cámara de fotos a Ornella; entonces me di cuenta que ya me estaba volviendo un poco “snob y pelotuda concheta de barrio norte” y entonces me arrepentí. Además, ya se me habían colado en la boletería un par de italianos y algún que otro viejo.
Saque la libreta universitaria y cuando llegue finalmente hasta delante de todo, compré mi entrada y la de Ornella. Me puse a ver a mí alrededor para hacer un análisis de la gente que iba a ver la película. Había de todo un poco: Viejitos aburridos, pibes de gafas, italianos e italianas con facha, franceses, gente de prensa, viejas snob y críticos de cine, gente común y gente colgada. Sea ejemplificado el caso de esta mina que veo de casualidad en la puerta. La tipa en cuestión se cruza con su amigo que viene de algún canal de TV, con una cámara a grabar el evento:
- ¿Laburando? – Le pregunta ella.
- Si, vine a hacer una nota – Le dice él.
- ¿Y que hay acá? Porque yo vine a ver una película re trucha y veo un montón de gente, no entiendo nada. – Dice ella rascándose la cabeza.
Y es que claro, nadie se esperaría que un estreno como este de un cineasta argentino (a pesar de que todas sus películas las haya bancado una productora extranjera) pase desapercibido en la mayoría de los medios nacionales hasta un día antes de la misma fecha del estreno (con una entrevista en la sección Espectáculos del Clarín de la que hablaré después). Menos aun que la entrada estuviera a un costo tan bajo: 8 pesos la general y 6 pesos para los jubilados y estudiantes como yo.
Es probable que esa tarde y la del sábado la productora de la película y el cine se hayan cansado de perder plata… O quizás me equivoco y aun así terminaron ganando… pero no tanto como cuando otras veces se nos roban 20 o 30 pesos en un cine común con un estreno más comercial (y no por eso de mejor calidad).
Volviendo a la mina, espero que para cuando haya salido de la sala al terminar la película, su concepción de la misma haya cambiado. Y es que seguramente cambió. Las películas de Noé son de esas que no te dejan indiferente: O las amas o las odias, pero algo por dentro te tocan. Es casi como si te cojieran, para decirlo con palabras mas concretas. Y una cojida puede ser buena o mala, pero eso ya depende de la persona, porque a algunos les gusta mas fuerte y a otros delicado y bueno… con el cine en sí es igual.


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