martes, enero 20, 2009

Cuando la penalización falla...

Hola, paso a comentar un poco el por que de mi desaparición durante este tiempo...
La cuestión es que estuve preso un día por un crimen que no cometí y en este tiempo estuve escribiendo la historia detalladamente... esto es 100% cierto...
Sin mas preambulos a continuación la historia detallada de como ocurrio todo...


Por cuestiones de integridad personal he decidido mantener el anonimato de todas las personas implicadas en este hecho ocurrido el sábado 20 del mes de diciembre del año 2008. El motivo de contar mi historia es en parte para evitar que a otras personas en una situación similar les pase lo mismo y por otro lado es para denunciar por este medio la ineficiencia del actual sistema de penalización contra los consumidores de marihuana.
En primera instancia cabe aclarar que yo NO soy adicto a la marihuana, ni a ninguna sustancia ilegal. He fumado marihuana como mucho unas cinco o seis veces en mi vida por curiosidad y siempre por medio de algún conocido que me convidó, pero nada más. NUNCA compré marihuana ni ninguna otra sustancia ilícita y menos aun he tenido alguna vez posesión de dichas sustancias ya sea para consumo personal o para su venta. Tengo 20 años, trabajo de docente, tengo mis estudios secundarios terminados en tiempo y forma, con excelente calificación y estoy cursando mis estudios universitarios sin problemas y con buenas calificaciones también.
El hecho ocurrió en la localidad de Valentín Alsina, partido de Lanús. Estaba yo con un amigo al que nombraré “A” para mantener su anonimato. “A” también tiene sus estudios completos, se encuentra estudiando en la universidad y trabajando, no es adicto a ninguna sustancia ilícita y es asmático por lo que apenas puede fumar un cigarrillo. Además estábamos con otro chico al que llamaré “B”, que es amigo de “A”, y al que yo no conozco mucho pero por ser del barrio se de él que no es un adicto ni nada parecido y que al igual que yo y “A” es un chico que trabaja y tiene sus estudios terminados. Los tres salíamos de Valentín Alsina hacia Lanús para tomar un micro que nos llevaría al recital del Indio Solari, para el cual ya habíamos sacado las entradas con previa anticipación y pagado también el viaje (80$ x entrada + 25$ x persona, viaje de ida y vuelta). En la estación de Lanús además esperaba un amigo mío al que llamaré “C”, que tenía mi entrada y por suerte no se vio implicado en este hecho.
Ese día salí de casa temprano, aproximadamente a las 14.30 horas, pase a buscar a mi amigo “A” y lo esperamos con “B”. Cuando salió de la casa caminamos unas tres cuadras y fuimos a un kiosco cercano donde compramos dos cervezas que pasamos a un envase plástico de coca cola. Las tomamos en la esquina del kiosco mientras hacíamos tiempo pues era temprano para salir para Lanús (teníamos que estar en la estación a las 16.30). Ni bien terminamos esas cervezas entre los tres fuimos a comprar otra que también pasamos al envase de coca cola y de ahí fuimos caminando hacia la plaza, que queda a unas cinco cuadras de este kiosco. En la plaza pensábamos tomar la cerveza mientras esperábamos el colectivo, así que fuimos y nos sentamos en uno de los canteros. No sabíamos que no íbamos a durar mucho ahí.
Aproximadamente a las 15.25, “B” saca de su bolsillo, si no mal recuerdo, una bolsita con unos 3 gramos de marihuana y comienza a picarla. Mi amigo “A” lo ayuda mientras “B” se dispone a armar un porro. Yo mientras tanto miraba y me fumaba un cigarrillo. La intención de “B” era armar dos porros para llevarlos así al recital del Indio y evitarse después el trabajo. Menos de cinco minutos después nos cae la policía; no un oficial, no, caen dos mujeres policía que vienen caminando por un lado y al instante vemos dos oficiales más, un varón y otra mujer. En este momento, antes de ser visto, “B” logra descartar y tira la bolsita para atrás, al pasto. No había siquiera llegado a armar un porro.
La oficial a cargo del operativo, una tal Yohana Correa, perteneciente a la Policía 2, nos hace parar a los tres y dejar todas nuestras pertenencias sobre el cantero, no sin antes pedirnos a cada uno los DNI. Para este momento nos dimos cuenta que dos de los policías anteriormente estaban apretando en un 128 y esos eran los que nos habían deschavado. La oficial Correa mira en el pasto y encuentra la bolsita…
- ¿Qué es esto? – Nos pregunta.
Todos afirmamos que ni idea, que no era nuestro, pero no nos creyó.
Luego la oficial Correa llama a otra patrulla que cae al ratito, esta era de la Policía Bonaerense y venía con dos oficiales más. La gente pasaba y miraba todo el espectáculo. Los otros oficiales sacaban fotos a la bolsita, nos revisaban las cosas, hablaban entre sí, hacían llamados como si hubieran detenido al narco más grande de la Argentina. Mientras tanto estos dos oficiales que vinieron en el coche de la bonaerense hablaban con nosotros… uno de ellos era el “policía bueno y piola” hablaba con el acento de pibe chorro para estar en la misma “onda”.
- Están en cualquiera… loco, yo se que ustede’ no son chorros viste’ se nota en sus caras pero como van a andar fumando porro acá. -
”B” trataba de convencerlo de que nos deje ir para llegar a ver el recital. Si fuera por él nos hubiera dejado ir, pero la agente Correa estaba muy orgullosa de ser una heroína y no nos iba a dejar libres tan fácilmente. Yo mientras tanto fumaba mis puchos, evadiendo la orden de no tocar las cosas, fumaba y tomaba un poco de cerveza. “A” me decía con miedo que no haga nada… y después cuando le pregunto al oficial bueno si podía tomar un trago de cerveza, este agarro la botella y la vació en el pasto:
- Están zarpado’ en gile’ ustedes eh… - Dijo enojado – ¡No saben que es un delito tomar alcohol en la vía publica!-
Nos quedamos callados. Recién nos enterábamos de eso. Cuando el policía bueno se enojo con nosotros presentimos que nos acabábamos de sentenciar la muerte.
Después de esto nos hicieron mirar para otro lado y trajeron a un testigo. Nos pidieron que no miremos para atrás, pero yo no hice caso y logre ver al pibe: Era un flaco al que habían agarrado a unas cuadras y que iba al recital también. Tenía una remera de los Redondos, por eso me di cuenta. Por la cara se notaba que se quería ir a la mierda y los milicos lo agarraron para retenerlo un rato y que no llegue a La Plata a tiempo. Por lo visto la policía tiene algo contra los fanáticos de los Redondos, seguramente desde lo de Walter Bulacios o antes.
Eso fue todo. Por suerte, antes de que fuéramos trasladados a la comisaría logré llamar a mi amigo “C” y le dije:
- Estamos en problemas con la policía… seguramente lleguemos tarde….-
El policía bueno decía que a las cinco íbamos a estar libres… todavía teníamos esperanzas. Nos llevaron en la patrulla de la bonaerense hasta la Comisaría N°3 de Valentín Alsina. Ahí nos hicieron sacar las cosas que nos quedaban, entre ellas cinturón y cordones. Mi amigo “A” estaba sin remera porque se la habían llevado los oficiales de la Policía 2, al igual que nuestras billeteras, las entradas de “A” y “B” y todo lo que teníamos en la mano o en algún bolsillo en ese momento. Temíamos que nos roben plata, las entradas o alguna pertenencia. Una vez que nos sacaron todo nos metieron en la celda… acá es cuando apareció Robocop, un personaje habitual de Valentín Alsina, un oficial de policía con aires de malo, conocido por andar recorriendo el barrio con su moto de policía estilo yanqui, los lentes de cana de marca italiana cara y el casco, como si fuera salido de un Grand Theft Auto. Si lo ven por la calle se cagan de risa, ni les cuento si lo escuchan hablar huevada tras huevada como un cliché del policía malo hollywoodense:
- A vos te conozco – le decía a “A” con cara de enojado – Vos sos el que vive al lado de la pajarería. – Definitivamente lo confundía con otra persona. – Mas te vale que no te vea por Alsina fumando algo cuando paso con la moto, porque la próxima te agarro y te cago a patadas en el orto, ¿me entendiste? -
- Me parece que me estas confundiendo – Le dijo “A”.
- ¡Conmigo respeto, a mi no me tuteas! – Respondió ofendido Robocop.
- Bueno disculpe, pero me esta confundiendo con otra persona -
Robocop le preguntó el nombre y apellido a “A”, después le pregunto como se llamaba el padre.
- Está fallecido- le dijo mi amigo.
Ya se notaba que sin duda a Robocop le había fallado el software de reconocimiento de personas. Un rato después Robocop volvería a hacernos una pregunta…
- ¡¿Alguno tiene novio?! -
Me pareció bueno responderle con humor a semejante intolerante homofóbico.
- Yo. – Le dije – Me le estaba por declarar a “A”, pero me parece que no es el momento oportuno. -
Mis amigos se pusieron nerviosos y me dijeron que no haga mas chistes. Por suerte a Robocop también le fallaba el software de reconocimiento de voces porque al toque preguntó: “¿Quién dijo yo?” y después frustrado se fue caminando del lugar.
Después de esto nos esperaban unas horas detrás de las rejas hasta poder salir por primera vez de paseo. Para matar el tiempo nos pusimos a hablar boludeses, a pensar en como iríamos hasta La Plata suponiendo que saldríamos a las 5 como había dicho el policía bueno, a leer lo que otros presos habían escrito en la pared de la cárcel. Muchos pendejos habían dejado escrito su nombre en la pared, aunque nos preguntábamos cómo… si te sacan todo antes de entrar. En una parte de la pared había escrita una frase que me quedo grabada y que no podía ser mas acertada para la situación:
“CALLA PRESO, EL SILENCIO ES TU LIBERTAD”.
Eso decía… ojalá le hubiera hecho caso.
Después de eso si no mal recuerdo me puse a hablar con el guardia. Nos decía que si era él nos hubiera sacado el porro a la mierda y nos dejaba ir… porque de ultima nos jodíamos nosotros. Me explicaba que esta tal Correa se había manejado mal, “Pasa que esta chica es novata, así no nos manejamos nosotros”. Genial, nos había tocado la pelotuda mas hija de puta de todas. Después el guardia nos trajo una botella de agua, de la cual mi amigo “A” no tomó porque se estaba orinando.
- ¿Oficial, se puede ir al baño? – Le preguntó mi amigo en un momento.
- No, si querés mear ahí tenés una botella vacía – En la celda había otra botella además de la que nos dio. Era una botella vacía de Coca cola.
- ¿Sabe a que hora saldremos? – Le pregunté yo después.
- Y… van a tener un buen rato… mínimo hasta las 9 – Ahí se nos cambio la cara. De todas formas en un principio creímos que lo decía para asustarnos.
El tiempo pasó. No recuerdo bien como fueron los hechos exactamente, se que nos pidieron muchas veces los datos y en algún momento recuerdo haber dicho que era profesor. “¿Profesor de que?”, los policías no me creían. Recuerdo también haberle pedido un cigarrillo al guardia que después de mucho hacerme desear, encendió uno y lo tiro a la celda. Lo compartí con “B”, que también fuma.
En un momento me dieron ganas de orinar. Había tomado mucha agua de la botella y la única que me quedaba era la botella vacía de dos litros en el fondo de la celda. Ni lo dude. A pesar de los consejos de “A” de no hacerlo, que por cierto, todavía se aguantaba las ganas, me dirigí al fondo y dejé salir todo dentro de la botella. La llene hasta la mitad. Después me lave las manos con algo de agua que sobraba de la otra botella. Visto y considerando que no había pasado nada, “A” se dispuso a dejar lo suyo también… sin embargo le costo… estuvo como 20 minutos para poder desinhibirse. “B” y yo lo cargábamos.
Finalmente eran las cinco, la oficial Correa había vuelto. Nosotros estábamos enojados. Por decimoquinta vez nos pidió los datos. Se olvidó de preguntarme la ocupación. Una vez que terminó le dije algo que me sentenciaría de por vida, después de que nos preguntara por cicatrices importantes en el cuerpo:
- ¡¿Por que en vez de meternos presos a nosotros que no hicimos nada, no atrapa al que me corto el cuello hace 3 años en la puerta de mi casa?! ¡Hice la denuncia en esta comisaría y no solo que nunca hicieron nada, sino que me trataron como si el criminal hubiera sido yo!-
Eso no le gustó nada.
El 8 de diciembre de 2005 yo estaba paseando con mis amigos del barrio y nos disponíamos ya a volver a nuestras casas a eso de las tres de la mañana. Cuando llegamos a lo que es la intersección de la avenida principal de Valentín Alsina y la calle en la que vivimos, doblamos y notamos que tres pibes nos seguían desde la vereda de enfrente. Bastante acertado, uno de mis amigos predijo que nos iban a robar. Estábamos en la puerta de mi casa cuando uno de los tres se acercó y con una botella de Sprite que rompió en el cordón nos amenazó para que le diéramos las zapatillas. Los otros dos esperaban detrás de nosotros cerca de la esquina. El chico con la botella se acerco a mi amigo, el que predijo que nos iban a robar, y le pidió las zapatillas, eran las mejores de todas, las demás estaban todas rotosas y plata no teníamos. Mi amigo se negó.
- Yo vivo acá – Le dijo al chorro, que lo tenía acorralado contra la puerta de mi casa – Ya fue pibe…- y dicho esto comenzó a tocar timbre desesperado. Yo estaba a metros de él.
Al escuchar el timbre mi viejo abrió la ventana y se asomó a ver. El chorro se dio cuenta de esto y entro a correr para mi lado, digamos, para la esquina donde estaban sus amigos. Sin embargo la cosa no termino ahí… cuando el chorro pasa por al lado mío y yo me corro un poco para dejarlo pasar, me tira un puntazo con la botella y me la clava justo en el cuello. Me agarré fuertemente… brotaba mucha sangre. Mi viejo había visto todo desde arriba. Sin dudas asumí que moría. Velozmente me trasladaron hasta el hospital Evita donde con desastrosas condiciones de trabajo me terminaron dando 18 puntos y sobreviví. Poco tiempo después me daría cuenta de la gravedad de la situación, cuando un médico de un hospital de Capital me dijo:
- Medio centímetro más abajo y no estabas acá para contarlo.-
En fin, esa es la historia resumida de cómo tuve la cicatriz del cuello que me pidió la oficial para sus datos. He ahí la razón de mi enojo y de mi contestación, nada fuera de lugar, que me traería, injustamente, malas consecuencias.
Después de dar los datos por decimoquinta vez la oficial nos hizo liberar y nos hizo trasladar hasta Lomas de Zamora en un patrullero. Todo el tiempo que estábamos sueltos se nos hacia caminar con las manos atrás, sin esposas pero con las manos atrás. El patrullero en el que fuimos tenía las ventanillas de atrás cerradas herméticamente y el calor que hacía era insoportable. Los asientos eran durísimos. El piloto y el copiloto eran los oficiales de policía más grotescos que ví en mi vida.
- ¿Los agarraron con paco? – Nos pregunto el copiloto, que era el más grotesco de los dos.
- Na, con marihuana. – Contestó “A”
- Ah si son boludos… no es nada… en un rato ya salen -
Mientras nos paseaban por Valentín Alsina y nosotros íbamos tapándonos explicando que no queríamos pasar vergüenza, el copiloto iba mirando los culos de las minas y les gritaba cosas. En la radio sonaba un tema cumbia villera que ya me hinchaba soberanamente las bolas. El colmo fue en un momento, en medio de Valentín Alsina cuando el piloto le dice al copiloto:
- ¿Che, me bajas acá y me compras un cargador para el celular? – Con mis amigos nos miramos.
- Dale – El copiloto bajó y compro el cargador mientras nosotros nos cocinábamos en el coche. Después seguimos el viaje.
Las conversaciones de los dos policías eran tremendas, uno de los comentarios que recuerdo es: “La mina cuando vio que la iban a agarrar se quiso pegar un tiro, pero no le salió la bala. Ahora esta en la cárcel chupándole la pija al comisario.”. Parecían pibes chorros con disfraz de policía, en realidad, casi todos los oficiales que conocimos ese día lo parecían. En definitiva, lo único que hace diferente a la policía de los ladrones es que ellos tienen permiso legal para matarte.
Llegamos finalmente a Lomas. Era la calle Meeks, no recuerdo bien la altura, pero creo que al 700. El oficial que conducía estacionó y se puso a preguntar por la otra patrulla que había salido delante de la nuestra cuando salimos de la 3ra. Al rato cayó la otra patrulla y estacionó atrás. El calor era insoportable, transpirábamos a montones y la espera se extendía al parecer eternamente. Los dos oficiales se habían bajado ya del auto, estaban muy risueños conversando con los oficiales del patrullero de atrás. Enfrente nuestro estaba el departamento de narcotráfico de Lomas de Zamora. Era como una casa común y corriente pero tenía un cartel de madera, nos costó darnos cuenta que era ahí el lugar.
- Estos h.d.p. se están cagando de risa acá atrás boludo.- Se quejaba “A”. – Nos agarraron de giles, ¿vos te crees que hacen algo con los chorros de enserio?- Y se puso a hablar de algo que me había comentado en la cárcel pero olvide de escribir anteriormente en este texto. La cosa es que “A” trabaja en una fábrica de partes plásticas. Cierto día cayó a hablar con el dueño de la fábrica un hermano de Sciolli (El gobernador de la provincia de Buenos Aires). Este fulano pretendía que le armaran una cantidad bastante grande de unos conos plásticos o algo así, que llevan unos transformadores adentro. Eran para una pista de aterrizaje que están por construir en Villa Gesell si no mal recuerdo. La cuestión es que el dueño de la fábrica le tira el precio, 100.000 pesos, a lo que el hermano de Sciolli le dice:
- Facturámelo en un millón.- ¿Malversación de fondos? Na, les parece…
- Al hermano de Sciolli minga que lo agarran. – Dijo “A”. Estaba indignado, los tres lo estábamos. El extremo calor nos ponía muy fastidiosos y el estar tanto tiempo encerrados nos dejó medio loquitos. Yo me preguntaba si la patrulla tendría algún micrófono o algo así grabando nuestras conversaciones. Miré en un momento el reloj del tablero, eran mas de las 6, si nos largaban pronto podríamos llegar a La Plata aunque sea en tren. Mis esperanzas eran desesperadas…
Aproximadamente después de media hora de espera, la querida oficial Correa vino de enfrente trayendo unos papeles y acá sería cuando me cojería desde arriba de un puente. Bien apurada y con aires de indiferencia, nos abre la puerta y nos da el primer papel. Lo primero que me llamó la atención fue el manchón rojo con cinta scotch adherido.
- ¿Qué es esto? – Le pregunté, pensando que era una muestra de sangre trucha… la cosa me olía fea.
- Es el reactivo. Firmen.- Sus respuestas eran escuetas y poco informativas, pero yo insistí con mi pregunta.
- Se pasó la sustancia por un test reactivo y se puso roja. Eso significa que es marihuana. Firmen rápido. – Nos apuraba Yohana, y no le gustaba que leyéramos el texto.
- Firmen y después lo leen.- Nos decía.
Sin embargo lo leímos entero antes de firmarlo, o al menos eso pensé. El papel decía que la sustancia encontrada era marihuana y que había 2 gramos 700. Hasta ahí todo bien. Firmamos el papel como quien no quiere la cosa y esperamos ya librarnos de todo este problema. Varios días después, en tribunales, yo descubriría que otro papel se nos dio para firmar y que también lo hicimos, ese fue el que me sentenció; sin embargo no entiendo como no recuerdo haberlo leído y firmado, y no solo yo, sino que ni “A” ni “B” tampoco lo recuerdan.
Una vez que firmamos los papeles la oficial Correa nos volvió a cerrar la puerta y comenzamos a extrañar nuevamente el aire fresco. Al poco tiempo entraron los dos policías de la patrulla diciéndonos que ya faltaba poco.
- Ya nomás se van. – Dijo el copiloto. – Ahora vamos al cuerpo medico, les revisan la cola para ver que no les hicieron nada en la cárcel, después pasan a buscar sus cosas por la 3ra y se van. – Esto nos puso un poco mas alegres.
Sin embargo a mitad de camino una llamada nos cambiaría de rumbo.
- Me acaban de decir que no hay cuerpo médico, así que los vamos a dejar en la comisaría.- El cuerpo médico estaba trabajando en un homicidio y por eso no se encontraba. La cosa se complicaba. La patrulla mientras tanto iba por la calle Alsina de Banfield a dos mil por hora. No respetaban semáforos ni nada, ellos son la ley. En un momento casi chocamos. Por suerte el oficial conductor esquivó rápidamente al auto que tenía delante y que a cambio de él, sí respetaba las normas de tránsito.
Llegamos a la comisaría en velocidad record, al menos este era un buen punto. Nos hicieron bajar de la patrulla con las manos atrás como cuando subimos a ella y nos llevaron nuevamente hasta la celda. Acá pasaría algo anecdótico… Estando nosotros dentro de la celda pasa por afuera un policía que no llevaba el uniforme, parece ser algo importante de la comisaría.
- ¡¿Todavía siguen acá ustedes?! – Nos pregunta, con tono de sorpresa.
- Seee. – Responde mi amigo “A”.
- Lindo quilombito hicieron en la panadería, ¿eh?- Nuestras caras de desentendimiento lo ponen en duda. – ¿Ustedes son los que quisieron robar la panadería? -
- No nada que ver. -
- Ahhhh. –
Era increíble, los que habían querido robar la panadería entraron aparentemente después de que nosotros fuimos trasladados a Lomas y lo más tragicómico es que los soltaron antes de que llegáramos a la comisaría de nuevo. ¿Cuanto había pasado desde que nos trasladaron?... Dos horas máximo. Era de no creer. Mientras tanto nosotros ya llevábamos más de cuatro horas presos y nos faltaban cuatro horas más… las peores cuatro horas. “B” ya casi no hablaba, solo pensaba. “A” hablaba mucho y cosas bastante incoherentes, él se daba cuenta de que así era y se ponía a meditar de cómo el encierro hace mal a la cabeza. Yo hablaba con el guardia, le pedía agua y trataba de ganarme su confianza, sin embargo él no cedía.
No se cuanto tiempo pasó hasta que tuvimos contacto verbal otra vez con un policía, no recuerdo cuantas veces se nos pidieron los datos en este interín. El partido Boca – San Lorenzo ya había terminado. Boca había ganado 3 a 1. Las mujeres que estaban presas adentro de la comisaría estaban contentas y tenían sus visitas. Pronto les llegaría la comida. Una de ellas pedía un cuchillo y mientras sonaba cumbia en un equipo de música o algo así. Nosotros no podíamos verlas, tampoco veíamos la tele, solo escuchábamos. Estábamos en una celda exterior, solo veíamos al guardia sentado delante, fuera de la celda, contemplando hacia el pasillo adentro donde estaba la tele y las celdas de las minas que estaban ahí presas. Él estaba tan preso como nosotros, todo este calabozo estaba separado del resto de la comisaría por rejas, así que el estaba encerrado también.
- Yo estoy preso como ustedes.- Diría en algún momento, y tenía razón… cuando finalmente nos soltaran el seguiría ahí, sentado detrás de rejas. Un trabajo de mierda si los hay.
Eran las 19.30 creo, cuando había aparecido por ultima vez Johana Correa, que como de costumbre nos pidió los datos otra vez.
- ¿Aprendieron la lección? – Nos preguntó, haciéndose la moralista.
- Sí – Dijo “A” con pocos ánimos.
- Vos seguro que no aprendiste nada. – Dijo después Correa, mirándome a mí.
- ¿Yo? ¿Por qué? – Ni yo ni mis amigos entendíamos por que lo decía. Nunca me dio respuesta en ese momento, pero después me enteraría.
El tiempo desde eso pasaba y nos preguntábamos cuando vendría el médico.
- Esta en un homicidio, puede que esté a las 9, como que recién a la 1 se desocupe… no se sabe.- El guardia no era muy positivo, sin embargo era bastante realista.
La cosa se ponía muy fea, se hacía de noche y todo pintaba para largo. Ya ninguno hablaba. Había llegado la comida de las presas. A nosotros no nos tocaba nada, teníamos hambre, nos queríamos ir. Ya el Indio estaba empezando a tocar, perdimos en ese momento toda esperanza inútil, solo queríamos volver a casa.
Otro policía vendría a vernos después. Se lo notaba frágil. Tenía anteojos, era joven, rubio y con cara de gil. Parecía ser débil de carácter.
- A ver… ¿Quien es el que tenía el porro?- Preguntó.
Ninguno contesto.
- Vamos chicos, quien era el que lo tenía. -
- No teníamos nada nosotros, estaba ahí atrás tirado.- diría “A”.
- Vamos… -
- Bueno, poneme a mí. – Se confesó finalmente “B”.
El oficial de anteojos le pregunto el nombre y anoto algo en un papel. Ni bien hecho esto cae otro oficial que es algo así como el escribano de la comisaría y al que ya habíamos visto antes deambular por ahí. Se acerca a la celda y dirige su mirada a mí.
- Bueno a ver, decime tu numero de teléfono de nuevo. -
Le repito el número, aunque no entendía para que. Después le da para firmar unos papeles a mis dos compañeros de celda en los que decía que se los había aprehendido por sospecha de tenencia de marihuana pero que no les encontraron nada.
- ¿Por que a mi no me da para firmar? – Le pregunto yo.
- Vos tenés que firmar otro, porque sos el que tenía la marihuana. -
- ¡¿Qué?!- mis ojos se pusieron furiosos.
El oficial de anteojos le dijo que “B” ya había confesado, pero el escribano dijo:
- La oficial dice que lo vio a él. – Y me señalo a mí.
-¡¿Cómo?!- No lo podía creer. – ¡Yo no hice nada! Discúlpeme pero la oficial es una pelotuda. Dígale que venga, no me pudo haber visto con marihuana porque yo no tuve marihuana en mis manos en ningún momento.-
- No se, es lo que dijo la oficial. Ya se fue así que no la puedo llamar.-
- ¡Yo no voy a firmar nada que me incrimine!- Dije con firmeza, sin saber que ya lo había hecho.
- Bueno, yo te doy el camino rápido, si no firmas la vas a hacer mas larga.- Y dicho esto el escribano se fue, dejando al oficial de anteojitos solo. Me aproveché de su debilidad y descargué mi bronca en él. Le dije que yo era profesor, que esto me iba a joder el laburo y que si era así tenia que mandarlos a la mierda. Le conté lo del cuello con indignación. El no sabía que decir. Mis amigos no entendían por que la tal Correa me había tomado bronca. Después el oficial de anteojitos me trato de calmar:
- No te quedan antecedentes por esto, no vas a tener problemas con el trabajo. – Me dijo. Yo quería creerle. Dicho esto el oficial de anteojitos se fue.
Al rato me pondría a conversar con el guardia, que había visto y escuchado toda la situación.
- Yo no se si ustedes tenían el porro o no, pero en definitiva, si ustedes están fumando porro se joden ustedes. Yo si los agarro por la calle se los saco a la mierda y se los tiro. Es una mierda eso, es adictivo, los consume… ustedes son jóvenes, tendrían que estar levantando camiones con una mano. – Decía el guardia mientras fumaba su décimo cigarrillo.
- Mire, yo soy inocente, no tenía nada. Habré fumado como mucho 5 veces marihuana en mi vida para probar o porque me convidaron pero nada mas. No fume tanto como para poder decirle que tan adictivo es… lo que sí se es que el cigarrillo es adictivo y mata mucha mas gente que la marihuana. Y le digo porque yo fumo…-
- Yo no he fumado porro porque no me interesa, pero es distinto. El cigarrillo vos fumas y sabes que te estas haciendo mal, pero vos lo decidís. Lo mismo el alcohol. – El oficial no sabía como defender su postura.
- Bueno, pero la marihuana también. Uno sabe que se esta haciendo mal si fuma… para mí todas las drogas son igual de malas. -
- No, pero es distinto…- No sabía que contestarme. Era un tipo inteligente, pero con mentalidad antigua. Su moral heredada desde la época de las cavernas donde la marihuana es un cáncer para la sociedad y donde aquel que la consume es un criminal y paría social estaba arraigada dogmáticamente, sin muchos fundamentos lógicos.
Después de esto yo le comentaría todos mis conflictos con la policía y de que yo pensaba que todos eran una manga de corruptos. Le conté de cuando un vecino de la vuelta le quiso venir a pegar a un flaco con un montón de pendejos que comenzaron a tirar piedras y rompieron la cortina de mi casa. Le conté del policía que dijo ese día que había venido a ver y apareció en realidad mucho tiempo después, cuando todos se habían ido. Le comente que ese vecino era casualmente narco y aparentemente ese policía era conocido de él.
- No todos los policías son iguales. – Él me dijo – Yo no soy así, y conozco muchos que no son así… lo que pasa es que la gente no entiende esto, tiende a generalizar. Para que funcione bien el sistema de seguridad la gente tendría que participar en cierta forma. -
Comparé la situación con los docentes y la escuela pública y luego terminamos la charla concordando en algunas pocas cosas.
Una media hora después le pediría un cigarrillo. Ahí me di cuenta que algo de rencor le había quedado por la discusión que no me pudo ganar:
- No fumes más, estas fumando mucho, te va a hacer mal.- Me dijo irónicamente, pero aun así encendió un cigarrillo y me lo tiró a la celda. Me di cuenta que a pesar de todo me había tomado algo de cariño y me prometí en vano que ni bien saliera le devolvería los dos cigarros.
Después de esto vendría la desesperación. En algún momento pedimos para hacer una llamada que nunca nos dejaron hacer. Ya era de noche completamente, no teníamos noticias sobre el médico y para colmo se sumaría a la odisea un nuevo personaje.
Ni bien lo vimos entrar nos dimos cuenta de que estaba en pedo. Era un tipo de unos cuarenta largos, lo traían dos oficiales esposado. “Cagamos” pensé para mis adentros. Si bien en ese momento no sabíamos con certeza por que estaba este hombre por entrar a la celda con nosotros, lo que teníamos en claro es que no era un buen tipo. Tenía la cara bastante ensangrentada, como si lo hubiera cagado a trompadas una multitud e indefectiblemente así había sido.
- Te tendría que dar vergüenza – le decía uno de los oficiales que lo trajo.
El guardia abrió la reja de su calabozo personal y metieron al tipo adentro.
- Dejalo acá conmigo – le dijo el guardia a uno de los oficiales. Había tenido la decencia de no meterlo con nosotros, a quienes por cierto la idea de estar encerrados con un verdadero criminal nos aterraba.
El borracho se sentó tranquilamente al lado del guardia, pegado a nuestra celda, y nos saludó. Mis amigos se habían alejado considerablemente de la puerta pero en tono amable todos lo saludamos.
- ¿Por qué eshtán acá? – nos preguntó después.
- Por una pavada – respondió “A”.
El tipo era herrero. Estando en pedo se la había agarrado con la hija y la había cagado a palos, según él: “Porque no quería que se vuelva una puta”… La razón verdadera aparente es que la piba había escrito la pared de la casa con aerosol. Los vecinos al verlo golpearla lo agarraron y lo cagaron a trompadas. Aparentemente su mujer, que tenia problemas con las drogas, había sido testigo del ataque de furia de este hombre.
- Si no me agarraban los vecinos, la mataba.- Decía convencido sobre el suceso con su hija.
La cuestión es que en su estado de estupor alcohólico tenía ideas bastante descabelladas como que los oficiales de policía se iban a voltear a su señora.
- ¿Mi mujer esta adentro todavía? – Preguntaba. Su mujer estaba dentro de la comisaría dando declaraciones. – Dígale que se vaya, estos putos se la van a coger- le decía al guardia, que lo miraba con cara de indiferencia.
Otra de las ideas de este hombre es que todo barrote de la celda tiene un punto débil, que según él, si uno quiere puede golpear y lograr así partir el barrote. Su teoría fue rápidamente llevada a la práctica. Primero palpeó un barrote cualquiera y después de asegurarse que había encontrado el punto justo, empezó a golpearlo… El guardia lo miraba ya con algo de bronca, pero también tenía intriga en saber si la teoría era cierta.
- ¿Chicos saben quien gano el partido San Lorenzo – Boca?- Nos preguntaría después el borracho.
- Boca, 3 a 1 – Le respondió “A”, pero el tipo entendió al revés y al rato estaba cantando canciones de cancha que nadie entendía.
Después de hablar sin sentido por más de una hora, repetir varias veces lo de su mujer y de golpear varias veces los barrotes, el guardia se hartó de él y lo calmó. Al poco tiempo el “escribano” vino y nos hizo cambiar de lugar… Metieron al borracho adentro y a nosotros nos sacaron. Eran aproximadamente las 12 de la noche.
- Bueno… vengan – El policía nos abrió la reja del calabozo y nos hizo salir. – Ahora los van a llevar al cuerpo medico. –
Poco después nos hicieron salir de la comisaría, esta vez sin las manos atrás, y luego nos metieron otra vez en un patrullero. Éste lo manejaba un policía hombre y su acompañante era una mujer. Cabe destacar que las ventanillas de atrás de este patrullero estaban bajas así que pudimos refrescarnos bastante.
- ¿Por que están?- nos preguntó la copiloto.
- Porque dicen que teníamos un porro – Dijo “A” ya cansado de repetir la misma respuesta.
- ¡¿Ja, por un bagullo tanto quilombo?! Saben, si soy yo les pego una patada en el culo y los dejo sueltos, pero de mí no se olvidan. – Definitivamente nos había agarrado la forra mas forra de todas.
Nos trasladaron hasta Lanus Este, bastante cerca de la 9 de Julio. Ahí había una comisaría a la que entramos por el costado y era ahí donde supuestamente estaba el médico. Los oficiales bajaron y se fueron a fijar si el medico verdaderamente estaba o no. Al lado de la patrulla había algo prendido fuego que largaba humo. El humo entraba directamente por la ventanilla mía por lo que el olor me haría doler la cabeza casi instantáneamente.
Al ratito nos bajaron y nos hicieron ir hasta un pasillito. Ahí había una cola de uno o dos pibes y al menos dos oficiales más vigilándolos. Estos pibes no tenían pinta de buenos para nada. Nos miraron sonriendo con malicia y después nos saludaron.
- Vengan – Dijo el oficial que manejaba y nos hizo entrar de una a donde estaba el médico. Sin embargo éste estaba viendo a otro pibe más, así que nos hizo salir y hacer la cola. La espera fue bastante corta por suerte. Cuando los “buenos muchachos” que estaban antes que nosotros ya se estaban yendo, uno de ellos nos miro sonriendo y nos dijo:
- Suerte. Nos vemos después. – Nosotros esperábamos que no.
El médico nos hizo entrar a los tres juntos.
- Bueno dijo… ustedes dos – señalo a “A” y “B” – dense vuelta y miren contra aquella pared. Vos sacate la ropa. – Dicho esto me comencé a desvestir mientras el policía que manejaba la patrulla nos vigilaba y el medico escribía en su PC un acta. La situación hilarante comenzó cuando me saque los pantalones dejando ver al policía mis boxers blancos con besos. El tipo no pudo evitar reírse. Sin embargo la cosa no termino ahí. Me bajé los boxers y ahí fue cuando surgió la duda:
- ¿Tiene que sacarse los calzoncillos también? – Le preguntó el policía al médico, que estaba compenetrado mirando la pantalla de la computadora.
- No no, los calzoncillos no. – Dijo esto y se dio vuelta… teniendo un primer plano de mi culo. Mis amigos estallaron de risa, el oficial también se rió. Avergonzado me subí rápidamente los calzoncillos.
- Bueno a ver… estira la brazos… bien… a ver las piernas bien… bueno… ¿Consumís marihuana? -
- No –
- Bueno, listo, el que sigue. – Esa era toda la revisión. El médico miraba apenas los brazos y el cuerpo en general y anotaba todo eso en la PC. La remataba preguntando si éramos consumidores de marihuana. Los tres respondimos que no.
Una vez terminada la revisión médica se nos transportó devuelta a la comisaría. Una vez allí todo fue un trámite. Nos hicieron pasar a la oficina del “escribano” donde a mí me hizo firmar dos notificaciones: Una donde dice que se me aprehendió por tenencia de marihuana para consumo y la otra donde dice que recupero la libertad con la condición de asistir a un CPA (Centro de Prevención de las Adicciones). En ambos papeles figuraba como desempleado. La idea de firmarlos no me gustó nada pero me quería ir… eran las 12.30, habíamos estado presos 8 horas y no soportaba un segundo mas.
- Vos vas un par de veces al CPA y ya esta. Tenés que ir sino el juez te va a mandar una citación para que vayas… de todas formas es voluntario. No pasa nada, vas un par de veces y después ya está. – Me calmaba el “escribano” mientras yo pensaba como se lo iba a explicar a mis viejos.
Una vez firmado el papel fuimos a la recepción de la comisaría. Ahí nos hicieron sentar y al ratito una oficial llamó a “B” para que entre en una habitación a buscar las cosas. “B” saldría al minuto con una bolsa en la que por suerte estaba todo… no faltaba plata ni nada.
Éramos libres finalmente.
Ya estábamos afuera, caminando por la calle, agarrando cada uno sus cosas de la bolsa cuando “B” nos cuenta algo que nos hizo dar cuenta de que todo había sido un chiste de mal gusto:
- Boludo, mira… - “B” nos mostró una bolsita… la abrió y tenía adentro algo de marihuana. – Me la dio la mina policía y me dijo: “Tomá, armate uno finito con esto”-
No lo podíamos creer.
Sin siquiera pensarlo un segundo tiramos la bolsita a la mierda y continuamos nuestro camino. Ya no nos importaba nada, ni siquiera el recital del Indio, estábamos disfrutando por primera vez lo lindo que es poder caminar por la vereda… algo que uno suele hacer todos los días y no lo aprecia como es debido.





Leer más...