martes, marzo 07, 2006

La inocencia perdida

13 de Mayo del año 1198 de Nuestro Señor, en un lugar de Venecia.

Una luna más la misma idea acuchilla mi conciencia, de nuevo, el recuerdo de mi última noche entre los vivos recorre mis venas obligandome a cerrar los puños con fuerza...
Golpeo frenéticamente el lateral derecho de mi cabeza con la palma de la mano al tiempo que, nervioso, paseo en círculos alrededor del salón. Pobre iluso, como si de veras tuviera alguna posibilidad de olvidarlo alguna vez, de al menos poder experimentar la paz durante una sola noche, una sola noche...
Pero la paz solo acompaña a las almas libres, y la mía hace tanto que dejó de serlo... tanto que ni siquiera el tiempo me sirve ya como baremo para hacer una aproximación. ¿La razón? Sencilla: Dios mío, estoy eternamente maldito.
La única luz que me acompañaba en la estancia, la de una vela apoyada sobre la mesa de mi escritorio, comienza a extinguirse. La cera, lentamente, ha ido descomponiéndose por la tenue, pero constante actividad del fuego... Tembloroso, observo con atención el consumir de mi fuente de iluminación, y no consigo evitar la inexorable comparación con mi destino. Estoy avocado al infierno, oh santo Dios, al mismísimo infierno. -Yo también me consumiré bajo el fuego- Susurro para mis adentros mientras una lágrima oscura se desliza por mi mejilla derecha.
Oscuridad. Me recuesto sobre el sillón principal, y miro desinteresadamente a un lado y a otro. Nada, solo las sombras que se ciernen sobre mi, reflejo de la funesta opacidad de mi propio ser, mi mísera y terriblemente infinita existencia.
Me sujeto inquieto, cobarde, a los reposabrazos. Recubiertos de una fina seda bizantina brindan un tacto exquisito, dulce, para quien pueda reparar en apreciarlo. La última vez que hube pensado en ello estaba vivo...y, es curioso que sea hoy precisamente cuando vuelvo a hacerlo.
Como si un inexistente viento abisal pudiera arrastrarme hacia horrores inenarrables, me agarro, ahora sí, con una fuerza del todo inhumana al sillón. Ha llegado la noche en que devolver a la tierra lo que muchos años atrás debía haber sucumbido al inexorable latir de la vida. La luz embriagará e iluminará mi alma, por última vez.
Despacio, saboreando cada momento, sabiendo que es la última vez, giro la posición de mi asiento en pos del gran ventanal trasero que preside el salón. -Siguen siendo unas vistas increíbles- Pienso al tiempo que se esboza una insípida sonrisa en la comisura de mis labios, casi melancólica. Observo el bosque en que crecí de niño, el río de agua pura y cristalina que lo cruza junto a mi mansión. Dejo fluir los sonidos de los pequeños animales que lo habitan para que, casi mágicamente, inunden mi mente con su latir rebosante de vida. Nada, ya nada es lo mismo.
El horizonte. Mis inhumanos ojos se desplazan por voluntad propia en pos de esa fina frontera entre la tierra el cielo, de ese místico lugar inalcanzable... y lentamente, el amanecer anuncia su llegada. Sudores de sangre comienzan a brotar de cada uno de mis poros al tiempo que las gotas del rocío primaveral comienzan a deslizarse de sus hojas, sus hogares por una noche. Y las oigo caer. Cierro los ojos y trato de concentrarme en su suave tintineo al alcanzar el suelo, pero el dolor comienza a ocupar la amarga totalidad de mi conciencia...
En un alarde, quien sabe si de valentía o de inconsciencia, abro los ojos...decido ver el astro rey por última vez. El magnifico verde de los árboles bañados en la luz que da la vida a quienes lo merecen, el deslumbrante azul del cielo Veneciano... Y el agua, ah, el agua... mi río.
Fue inconsciencia sin duda, ahora está claro. La fracción de segundo que mantuve la mirada sobre la luz natural, quemáronse mis ojos como míseros fragmentos de antiguo pergamino en una hoguera. Acertada comparación, pues albergo el poder de la sabiduría otorgada por la edad, y otros muchos inimaginables para cualquier ser humano, y sin embargo...heme aquí, ciego, al borde del pánico y enfrascado en la más absoluta de las locuras...por tan sólo mirar a través de mi ventana el rojo fulgor del sol. Es irónico. Tanto y tan poco.
En ese momento suelto el sillón, a instantes de desvanecerme y perder el sentido; ha dejado de doler. Mi inerte cuerpo se está quemando por supuesto...pero mis nervios han sido ya consumidos por la verdad divina de lo que soy. Quizás pueda aprovechar este instante de tregua para con mi sino aciago antes de perderme en el eclipse infinito de la muerte... así que trato de articular una frase coherente:

-Estoy preparado mi Dios, perdí la virginal inocencia de quien permanece en tu rebaño, para penetrar en las filas de quién es maldito a tus ojos. Solo quiero rogar tu perdón y comprensión infinitos, sabes bien que mi alma siempre deseó servirte.-

Venecia despierta perezosa al compás del amanecer, los primeros pájaros acompañan al cielo en este nuevo día. Mientras, algo más abajo, las gentes de bien comienzan a salir a la calle, una vez el día les invita a deshacerse de los temores de quienes, según los cuentos para niños, acechan en la noche.
Hay una mansión en los límites de la ciudad con el bosque, y está vacía. Siempre lo ha estado desde que Don Vincenzo desapareciera en misteriosas condiciones hace ya un centenar de años. En el interior de su salón, refulge con furia la claridad del sol...es una estancia formidable, exquisita, casi parece que rezumara vida propia.
Diríase, que, de entre los fastuosos muebles de dicha habitación, destaca uno en concreto: Un antiquísimo sillón forrado de bizantinas sedas..claro que, habría que restaurarlo, hace unos cien años que nadie lo utiliza, y el tiempo, termina por hacer mella en todo, siempre.

POSTEADO POR NUBE

3 comentarios:

Anónimo dijo...

llamo mi atencion sigue escribiendo este tipo de cosas

Anónimo dijo...

Muy interesante estaba leyendo todo el blog y hay escritos que te dejan algo ahora estoy algo confuso ¿quien hizo este escrito? aca dice posteado por nube ¿quien es nube? quisiera saberlo aunque no se si lograre tener respuesta alguna pero bueno me gusto demasiado este escrito y es cierto el tiempo siempre termina por hacer mella en todo.

LeN!N dijo...

La srita. Nube es una amiga mia mexicana. Dejame tu mail si queres y yo se lo doy a ella.