viernes, agosto 05, 2005

Un día con Joly Boy

Aquí os presento una bella obra de arte. No mentira, es solamente un cuento que escribi hace un par de años y todavia no me parece estupido:

Un día con Joly Boy

Tras la puerta de una casa que muestra un oscuro resplandor y trae recuerdos de pasados infortunios y futuros desencuentros vive Joly Boy. Todas las noches sale de su guarida a eliminar la amenaza criminal. Su camuflaje lo hace pasar desapercibido entre la sociedad, lo que le permite llevar su tediosa tarea a cargo sin ser visto.
Carga una 9 mm., maquina mortal, especial para su uso. De pronto una misión aparece. El maldito miraba a Joly Boy con bronca, su expresión era digna de un sucio asesino. Sin tiempo que perder nuestro héroe desenfundó su arma y disparó.
El metal dorado le atravesó la cabeza. Su vida terminó abruptamente.
Para evitar problemas Joly Boy escapó rápidamente por los callejones. No podía contar esto a nadie, la sociedad y la policía estaban corrompidas, todos eran criminales.
Una vez en casa, Joly Boy se sentó en su reconfortable sofá, prendió el televisor y puso los dibujos animados. Eran su única distracción de la vida real en la que las cargas y los problemas abundaban. Amaba mirar Superman, era su inspiración.
En algún momento se levantó para ir al baño y comer algunas frituras, pero estaba demasiado compenetrado en la maquina audiovisual, sus ojos no se despegaban de la pantalla. Fue recién a las cuatro de la mañana que logro conciliar el sueño.
Despertó a las dos de la tarde, más temprano que lo usual, tomó su desayuno y comió un sándwich de jamón, queso, mortadela y huevo, su favorito, luego se cambió y salió a caminar.
Los niños se reían de él, sus padres los alejaban, ¿Desde cuando oler un poco a orín, mezclado con alcohol y tabaco es tan mal visto?. Fácil, desde que la sociedad se torno en contra de personas como él que no son valoradas por sus actos sino por su apariencia. Eso es culpa de la globalización, del modernismo, de la extensión del razonamiento yanqui, y de muchas de las mierdas que contaminan al mundo.
En una esquina Joly Boy se encontró con un oficial y huyo despavorido. No confiaba en esa gente. La última vez que tuvo un encuentro con uno de ellos terminó el día confinado sin poder moverse, en un cuarto blanco del que solo lo dejaban salir de vez en cuando, del cual tuvo que valerse de su inteligencia para poder escapar.
Resignado por la vida que le tocaba vivir, el pobre hombre volvió a su casa acongojado. No soportaba que los demás lo trataran de ese modo, ni tener que escapar de la policía como un criminal.
Se sentó en su sofá y se puso a ver televisión. Cuando se hizo de noche salió a trabajar.
Tras haber andado un rato vio en una calle oscura a un ladrón de autos intentando entrar en uno. Forcejeaba la cerradura, se notaba que no podía abrir la puerta. Joly Boy sacó su arma y le apuntó.-No me mates por favor- lloriqueó.-¡Deje el auto!-Exclamó Joly Boy, -Pero es mi auto-dijo el hombre. Todos daban la misma excusa. Joly iba a apretar el gatillo cuando un grito lo alarmó, -¡Suelte el arma!- el grito le pareció familiar. Dio media vuelta y se vio rodeado de policías y personas. Comprendió que había perdido la batalla y cumplió la orden. Luego lo esposaron y lo metieron en un auto. Miró a las personas. Él sabia qué estaban pensando:¨¡Este gordo pelotudo!¿Quién se cree con un antifaz, una capa y usando los calzones encima del pantalón, Superman?”.
Nadie lo comprendía. Él era una de las grandes mentes de la humanidad y al igual que el resto se veía rechazado por la sociedad, que no entendía su complejo razonamiento.

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